Tócate para mí
Te miro desnudo sobre mi cama. La cubierta blanca está revuelta, salpicada de vellos oscuros que han caído de tus piernas, tu pecho, tus brazos. Sonríes con los ojos cerrados, una mano sobre tu abdomen enrojecido y palpitante. Todavía hay chispas de sudor en tu cuerpo y una mezcla de olores en el aire. Estuvo rico.
Me volteo para verte en detalle. Quedo apoyada sobre mi lado derecho. Debería hundir los abdominales para lucir sexy, tal vez, pero los propósitos son otros. Sonrío de tan solo pensarlo, con mariposas revoloteando como epilépticas en mis entrañas. Respiro y no me atrevo. Te miro otra vez, y estiro una mano para tironear suavemente esos pelitos que se enroscan en tu torso.
Eres rico, muy rico. Vuelvo a tomar aire, y ahora sí. Me gustaría ver cómo te tocas, te pido. ¿Hasta el final? Sí, hasta el final.
Entonces pasan los minutos y aguanto expectante. Hasta que una de tus manos baja, y comienza el juego suave, muy suave. Mientras, trato de retener los ritmos e intensidades que te han erguido y entrecortan tu respiración. Quiero dejarte solo, pero un conocido calor empieza a hormiguear por esa zona que llaman bajo vientre. Te beso en el cuello y en el lóbulo de la oreja. Con esfuerzo mantengo las caricias en el pecho y no más allá.
De reojo, no me pierdo tus movimientos. Ahora son más rápidos y firmes, con breves pausas en que oprimes cuidadoso. Me tengo que aguantar los gemidos que salen de tu boca.
Terminas.
Nos miramos. Tú me miras y te ríes: Después te va a tocar a ti.
Me volteo para verte en detalle. Quedo apoyada sobre mi lado derecho. Debería hundir los abdominales para lucir sexy, tal vez, pero los propósitos son otros. Sonrío de tan solo pensarlo, con mariposas revoloteando como epilépticas en mis entrañas. Respiro y no me atrevo. Te miro otra vez, y estiro una mano para tironear suavemente esos pelitos que se enroscan en tu torso.
Eres rico, muy rico. Vuelvo a tomar aire, y ahora sí. Me gustaría ver cómo te tocas, te pido. ¿Hasta el final? Sí, hasta el final.
Entonces pasan los minutos y aguanto expectante. Hasta que una de tus manos baja, y comienza el juego suave, muy suave. Mientras, trato de retener los ritmos e intensidades que te han erguido y entrecortan tu respiración. Quiero dejarte solo, pero un conocido calor empieza a hormiguear por esa zona que llaman bajo vientre. Te beso en el cuello y en el lóbulo de la oreja. Con esfuerzo mantengo las caricias en el pecho y no más allá.
De reojo, no me pierdo tus movimientos. Ahora son más rápidos y firmes, con breves pausas en que oprimes cuidadoso. Me tengo que aguantar los gemidos que salen de tu boca.
Terminas.
Nos miramos. Tú me miras y te ríes: Después te va a tocar a ti.