Las P del cuiquerío
La primera vez que quisieron cobrarme el doble por un terremoto en La Piojera, un amigo ofició de abogado del diablo y defendió la causa perdida: "Bueno, es que te ven cuica". De mi buzo patitieso y polera cavernícola, ni pío.
Fue el inicio del debate antropológico sobre el ser, ente y taxonomía del cuico. Dentramos a picar y picamos finito, pero al cabo de un terremoto y dos réplicas, solo pudimos brindar por el acuerdo de las tres P: las generalidades más generales sobre la infinita gama de apreciaciones sobre lo que es ser cuico.
A saber:
Plata: Simplemente, ABC1. Más de dos millones de pesos de ingresos mensuales por familia, y estamos listos para la foto. Ser hijo del clan y ganar por cuenta propia el salario mínimo no es excluyente de esta P, aunque los padres de familia se hayan desentendido del ahora independiente retoño. Ojo, que acá se puede colar fácilmente el –horror— roto con plata. De lo peor, mi linda, de lo peor.
Pinta: ¿Carteras Louis Vuitton? ¿Tacones Prada? No nos desbandemos, señores. Dijimos ABC1, no AAA. Es la pinta comme il faut, tan válida si es made in Alonso de Córdova o en Patronato. Sin excederse, por supuesto. Nada de aplicar vaselina para encajar en un atuendo dos tallas menor –la moda prieta definitivamente no la lleva-, de mantener el equilibrio sobre gruesas plataformas, o de jugar a la vanguardia mezclando estampados animales y aplicaciones diversas de piedrecillas ‘preciosas’. Es la justa medida, incluyendo a los artistas VIP que rompen esquemas dentro de los límites cuiconsios. Juanito Yarur, por cierto, queda out.
Piel: Es la facha, cariño. La tez clara, apenas bronceada por el esquí o el sol de Zapallar, es el sine qua non. Que ojos de siberiano y cabellos de ángel aportan, no cabe duda, pero descartemos ese arroz graneado. Lo fundamental: evitar rasgos y teces que recuerden la herencia mapuche de ese pueblo llamado chileno. Y nada, válgame lavados de colon y lechugas hidropónicas de por medio, de kilos de más. La ponchera de marraqueta es de pueblo, amorosa.
Las P de Prejuicios asociadas, cómo no, son largas y tendidas. Que Pinturitas, Papanatas de voces Pitudas, Patéticos, Plastas, Puntudos, Platinadas. Pero de todas, todas estas y demases que ya se han instalado en el inconsciente colectivo, hay una a la que no se le puede hacer la vista gorda. Simplemente, no a lugar:
Penca: La P de la infamia, calumnia, ignorancia y desprecio. La que es penca en la cama. La que, de acuerdo a las palabras del gurú pelotero, parte el romance con pasión y termina escurriéndose entre las sábanas. La que todavía piensa que "eso" la puede morder. La que dice "eso" en vez de P. En otras palabras, la frígida, fome, cartucha y mojigata. Es el conservadurismo más puro y duro homologado arbitrariamente a cuiquerío. Porque cuándo la ironía del “las calladitas son las peores” dio paso a una literalidad absoluta, vaya una a saber. Solo puedo, desde mi humilde cuchitril de barrio alto, soltar una sonora carcajada.
Fue el inicio del debate antropológico sobre el ser, ente y taxonomía del cuico. Dentramos a picar y picamos finito, pero al cabo de un terremoto y dos réplicas, solo pudimos brindar por el acuerdo de las tres P: las generalidades más generales sobre la infinita gama de apreciaciones sobre lo que es ser cuico.
A saber:
Plata: Simplemente, ABC1. Más de dos millones de pesos de ingresos mensuales por familia, y estamos listos para la foto. Ser hijo del clan y ganar por cuenta propia el salario mínimo no es excluyente de esta P, aunque los padres de familia se hayan desentendido del ahora independiente retoño. Ojo, que acá se puede colar fácilmente el –horror— roto con plata. De lo peor, mi linda, de lo peor.
Pinta: ¿Carteras Louis Vuitton? ¿Tacones Prada? No nos desbandemos, señores. Dijimos ABC1, no AAA. Es la pinta comme il faut, tan válida si es made in Alonso de Córdova o en Patronato. Sin excederse, por supuesto. Nada de aplicar vaselina para encajar en un atuendo dos tallas menor –la moda prieta definitivamente no la lleva-, de mantener el equilibrio sobre gruesas plataformas, o de jugar a la vanguardia mezclando estampados animales y aplicaciones diversas de piedrecillas ‘preciosas’. Es la justa medida, incluyendo a los artistas VIP que rompen esquemas dentro de los límites cuiconsios. Juanito Yarur, por cierto, queda out.
Piel: Es la facha, cariño. La tez clara, apenas bronceada por el esquí o el sol de Zapallar, es el sine qua non. Que ojos de siberiano y cabellos de ángel aportan, no cabe duda, pero descartemos ese arroz graneado. Lo fundamental: evitar rasgos y teces que recuerden la herencia mapuche de ese pueblo llamado chileno. Y nada, válgame lavados de colon y lechugas hidropónicas de por medio, de kilos de más. La ponchera de marraqueta es de pueblo, amorosa.
Las P de Prejuicios asociadas, cómo no, son largas y tendidas. Que Pinturitas, Papanatas de voces Pitudas, Patéticos, Plastas, Puntudos, Platinadas. Pero de todas, todas estas y demases que ya se han instalado en el inconsciente colectivo, hay una a la que no se le puede hacer la vista gorda. Simplemente, no a lugar:
Penca: La P de la infamia, calumnia, ignorancia y desprecio. La que es penca en la cama. La que, de acuerdo a las palabras del gurú pelotero, parte el romance con pasión y termina escurriéndose entre las sábanas. La que todavía piensa que "eso" la puede morder. La que dice "eso" en vez de P. En otras palabras, la frígida, fome, cartucha y mojigata. Es el conservadurismo más puro y duro homologado arbitrariamente a cuiquerío. Porque cuándo la ironía del “las calladitas son las peores” dio paso a una literalidad absoluta, vaya una a saber. Solo puedo, desde mi humilde cuchitril de barrio alto, soltar una sonora carcajada.
1 comentario:
Jajajaja... ¡toda la razón! Nada más flaite que apretujar los rollos en poleras XS.
Te faltaron las que mastican chicle con la boca abierta!
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